En esta estatua de mármol, realizada entre los años 20-40 y encontrada en la ciudad de Baena en Córdoba, nos encontramos a Livia, la mujer de Octavio Augusto, divinizada por su nieto Claudio en el año 41. Recibe así culto en la ciudad como Fortuna, la divinidad que otorga a los hombres abundancia y prosperidad. Los dones de la tierra contenidos en su cornucopia simbolizan su poder. La imagen, venerada del culto imperial, se consideraba un eficaz método de propaganda y legitimación del poder del Estado (basado en la información que da el propio museo sobre la estatua).
Lleva la cabeza cubierta con el manto, lo que muestra que ya había añadido a su nombre el de Julia Augusta por su condición de esposa y más tarde viuda del emperador Augusto.
En cuanto a su personalidad:
Durante su tiempo, Livia gozó de la popularidad del pueblo romano. Para ser más que la "mujer bonita", como se describe en los textos antiguos, Livia se sirve de la imagen pública de la idealización de las cualidades femeninas romanas, una figura maternal, y, finalmente, una diosa como la representación que alude a su virtud. Livia, que simboliza el poder en la renovación de la República con las mujeres y virtudes que muestra en público, tuvo un efecto espectacular en la representación visual del futuro imperial de la mujer como ideal de honorables madre y esposa romana, aunque después ha sido sospechosa del envenenamiento de muchos de estos personajes, entre ellos del de su hijastra Julia. "Se escuchó el rumor de que, cuando Marcelo, sobrino de Augusto, murió en 23 a. C., no fue por muerte natural, y que detrás de esto se encontraba Livia" (Dión Casio) 55.33.4). Uno por uno, todos los hijos de Julia y Marco Vipsanio Agripa habían muerto prematuramente: en primer lugar y, a continuación, Lucio y Cayo, a quienes Augusto había adoptado como hijos, con la intención de que fueran sus sucesores. Por último Agripa Póstumo, el menor, a quien Augusto había adoptado como hijo, también fue encarcelado por conspiración y finalmente muerto. Tácito y Dión Casio mencionan en sus obras estos rumores, pero Suetonio no hace mención de los mismos, ni hay pruebas suficientes para darlos por válidos.
Como siempre, hay que tener en cuenta que si al historiador le caía mal, era posible que dijera lo que se le pasara por la cabeza. Por tanto, si se escribía en tiempo de otra dinastía, era posible que, a modo de propaganda, se exagerasen los defectos de la anterior para así decir “fíjate qué buenos los actuales”, fuera o no verdad. Si se miente ahora, habiendo vídeos, internet y hemerotecas, cómo no se iba a mentir cuando como mucho hubiera gente escribiendo con punzones. Sí, el que todos los hijos de Julia y Marco Vipsanio Agripa murieran prematuramente es demasiada casualidad, pero no era ella la única con poder para envenenar…
Es más como vimos al hablar de su hijo Tiberio:
para asegurar una posible ascensión al trono imperial, Tiberio fue obligado a divorciar (a órdenes de Augusto) a su amada y embarazada esposa Vipsania Agripa (hija del almirante Marco Agripa) y, en el 12 AEC, casarse con la recientemente enviudada Julia.
Tiberio detestaba a su nueva esposa, pero, afortunadamente para él, su reputación (entre otras cosas, una adúltera) forzó a Augusto a exiliarla, aun cuando Tiberio había apelado, sin éxito, a Augusto en su nombre.
Un verdadero disparate que seguramente moldeó (para mal) el carácter del futuro emperador.
Para terminar, haremos referencia a su “deificación”:
En el año 41 su nieto Claudio la reivindicó con todos sus honores y se completó su deificación, proclamándola Diva Augusta (la Divina Augusta), recibiendo como símbolo un carro tirado por elefantes, para transmitir su imagen en todos los juegos públicos. Se elevó una estatua en su honor en el templo de Augusto, junto con su marido y se celebraron carreras en su honor. Las mujeres romanas invocaban su nombre en sus juramentos sagrados. También tuvo su propio templo dedicado en la ciudad ática de Ramnunte.
Su divinización suponía un refuerzo al simbolismo de la familia imperial romana, haciéndola modelo virtuosa de matrona y al mismo tiempo, junto con la divinización de su marido, implicaba dar también carácter divino a sus descendientes de la dinastía Julia-Claudia.
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In this marble statue, made between the years 20-40 and found in the city of Baena in Cordoba, we find Livia, the wife of Octavian Augustus, deified by his grandson Claudius in 41 AD. He is thus worshipped in the city as Fortune, the divinity that bestows abundance and prosperity upon men. The gifts of the earth contained in his cornucopia symbolize his power. The image, revered by the imperial cult, was considered an effective method of propaganda and legitimization of state power.
Her head is covered with the cloak, which shows that she had already added Julia Augusta to her name because of her status as the wife and later widow of Emperor Augustus.
Regarding her personality:
While reporting various unsavory hearsay, the ancient sources generally portray Livia as a woman of proud and queenly attributes, faithful to her imperial husband, for whom she was a worthy consort, forever poised and dignified. With consummate skill she acted out the roles of consort, mother, widow, and dowager. Dio records two of her utterances: "Once, when some naked men met her and were to be put to death in consequence, she saved their lives by saying that to a chaste woman such men are in no way different from statues. When someone asked her how she had gained respect from Augustus, she answered that it was by being scrupulously chaste herself, doing gladly whatever pleased him, not meddling with any of his affairs, and, in particular, by pretending neither to hear nor to notice the favourites of his passion."[34]
With the passage of time, however, some thought that with widowhood a haughtiness and an overt craving for power and the outward trappings of status came increasingly to the fore.[citation needed] Livia had always been a principal beneficiary of the climate of adulation that Augustus had done so much to create, and which Tiberius despised ("a strong contempt for honours", Tacitus, Annals 4.37). In AD 24, whenever she attended the theatre, a seat among the Vestals was typically reserved for her (Annals 4.16), but this may have been intended more as an honor for the Vestals than for her (cf. Ovid, Tristia, 4.2.13f, Epist. ex Ponto 4.13.29f).
Livia played a vital role in the formation of her children Tiberius and Drusus. Attention focuses on her part in the divorce of her first husband, father of Tiberius, in 39/38 BC. Her role in this is unknown, as well as in Tiberius's divorce of Vipsania Agrippina in 12 BC at Augustus's insistence: whether it was merely neutral or passive, or whether she actively colluded in Caesar's wishes. The first divorce left Tiberius a foster child at the house of Octavian; the second left Tiberius with a lasting emotional scar, since he had been forced for dynastic considerations to abandon the woman he loved.
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