Ruinas de la ermita de San Pelayo y San Isidro, Madrid (II)
Ya escribí sobre esta iglesita románica aquí. Hoy completaremos su examen con algunas otras cuestiones de interés y las fotos por «dentro» de ambos restos:
Conjunto de fragmentos de la estructura originaria de la ermita románica de San Isidoro, de la que apenas quedan el ábside semicircular y la portada lateral. La primera se organiza con columnas adosadas de orden gigante, que recorren todo el frente, del plinto a la cornisa, abriéndose en medio, arcos de medio punto sobre columnillas con capiteles con motivos vegetales, reducidos los vanos a estilizados tragaluces y predominando así el macizo, tan característico de la arquitectura románica. En cuanto a la portada, abocinada, también es de medio punto, con arco moldurado que descansa en columnas, salvo el extradós y el intradós que lo hacen sobre pilares. El capitel es corrido y tiene también motivos vegetales como decoración.
Por los informes que llevara a cabo la Real Academia de la Historia para el Estado entre 1892 y 1895, podemos saber que tenía unas reducidas dimensiones. Quiero comentar aquí lo que podría revelar una excavación sobre el emplazamiento original ya que los cimientos hablarían por sí solos. La ermita de San Isidoro constaba de una única nave cubierta con techumbre de madera, una puerta al medio día y otra a los pies, y un ábside semicircular con tramo recto presbiteral cubiertos con bóveda de horno y de cañón respectivamente. Se desconoce la forma exacta de la cubierta de madera al estar hundida cuando se desescombra el edificio, que bien pudo ser plana, a dos aguas, o con aire oriental (hecho probable al hallarse la ermita al sur del arrabal de Santiago, asentamiento de judíos y moros). También disponía de torre o una espadaña; personalmente me inclino más por lo segundo. Como punto final a la descripción general, breve por lo poco que ha llegado a nosotros, comentar que por la reconstrucción que realizara J. L. Gutiérrez de su planta, la cabecera estaba un tanto desproporcionada al ser más grande de lo normal comparando las dimensiones de la nave en sí; el aparejo de los sillares debió ser de muy buena factura por lo que se aprecia en el ábside.
Cuando Rotondo y Nicolau compró las ruinas, tan solo quedaba en pié poco más de lo que hoy se conserva. Nada existe de la fábrica original, posiblemente prerrománica, que viera la embajada con los restos del santo, siendo lo que ahora resta de una mejora llevada a cabo posteriormente. Quizá las palabras quién y cuándo nos ayuden a saber algo más de San Isidoro de Ávila. Claro está que en 1062 ya estaba en pié si bien su arquitectura era más arcaica que la actual, y se sabe, por una inscripción de una de las campanas, desaparecida, que en 1116 se le cambia su aspecto ya en un románico universal. Pero qué manos llevaron a cabo esa reforma y por qué motivo. Lo segundo es fácil de suponer: un nuevo arte traído de allende los Pirineos y nacionalizado en la ciudad de Jaca comenzaba a empapar los territorios peninsulares, cambiando en numerosos edificios religiosos el Arte Mozárabe por el jaqués.
(…) En Madrid, también visitamos la biblioteca central de la calle Conde Duque en busca de algún libro en el que se informara de la cantidad que pagó el Estado por San Isidoro, ofertada inicialmente a San Sebastián por 50.000 pesetas, equivalentes a unos 24 millones de pesetas al cambio actual. La respuesta la encontramos en la obra Jardines del Buen Retiro de Consuelo Durán Cermeño: nada más y nada menos que 18.000 pesetas. Ahora bien, ¿Por qué no la adquirió el Ayuntamiento donostiarra? Según leemos en un documento del Archivo Municipal: por «tener atenciones de mucha más preferencia que le imposibilitan a distraer sus fondos en la adquisición del referido monumento». Una pena.
Para mí, no, desde luego: en Madrid, la he podido ver y animo a todos a que se pasen a verla:
Actualmente, estos restos, que son bastante desconocidos, pueden visitarse cerca de la Montaña de los Gatos y la casita del Pescador en El Retiro. No pierdas la oportunidad de presumir diciendo «he visto una iglesia abulense en Madrid».